Razones para el amor by José Luis Martín Descalzo

Razones para el amor by José Luis Martín Descalzo

autor:José Luis Martín Descalzo [Martín Descalzo, José Luis]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Espiritualidad
editor: ePubLibre
publicado: 1986-06-12T16:00:00+00:00


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PARA VER MÁS HONDO

Un amigo mío vivió, hace seis meses, una tremenda enfermedad de los ojos que amenazaba con dejarle totalmente sin vista. Y me contaba que, en vísperas de su operación, su madre no dejaba de rezar y rezar. «No sé para qué rezas tanto —le dijo mi amigo—. Tú sabes que las probabilidades de recuperación de la vista son mínimas». Y le llegó, conmovida, la voz de su madre: «Hijo, es que no rezo sólo para que veas mejor, sino sobre todo para que veas más hondo».

Seis meses después, tras una operación afortunada («cuando, al quitarme el vendaje, pude distinguir mi mano —me dice— sentí un calambre tal que aún no me explico cómo no fundí mi cama»), mi amigo me dice que ha recuperado bastante más que la vista, que su enfermedad le ha ayudado a entender mejor el mundo, a organizar mejor su vida, a revisar toda su escala de valores, poniendo en primer plano cosas antes olvidadas y haciendo regresar al papel de minucias muchas de las luchas que antes le obsesionaron como fundamentales.

Lo tremendo es que tengan que venir los grandes golpes de la vida para que empecemos a «ver» cosas elementales, que seamos todos «ciegos que ven» o que creen que ven, cuando tal vez se les está escapando el mismo jugo de la vida.

Efectivamente, ver bien es mucho más importante que ver, y la mayor de las cegueras es, con frecuencia, tener el alma amodorrada. Y así es como hay en el mundo millones de personas que creen ver el mundo que les rodea, cuando en realidad sólo se ven a sí mismos, o al menos, miran todo por la estrecha mirilla de su egoísmo.

El otro día, viendo en televisión esa mala versión que se ha hecho sobre la vida de Paganini, me impresionó la frase que, en un momento, dice al violinista el mejor de sus amigos: «De ti —le dice— no ha salido en toda tu vida un solo acto de amor. No has hecho en toda tu existencia nada que no sea servir a tu inventado y egoísta yo. Estás condenado a la soledad».

El diagnóstico es terrible, pero verdadero: quien durante toda su vida no hace otra cosa que contemplarse y adorarse a sí mismo, terminará encerrado consigo mismo mientras le rodean todos los que hubieran podido amarle. De cada cien soledades algunas son fruto de la injusticia, pero el 95 por 100 son autofabricadas.

Por eso lo más urgente es «ver mejor», vivir con el alma y con los ojos abiertos, sabiendo que nuestros problemas son sólo una cuatro mil millonésima parte de los problemas del mundo, sin creer que somos los emperadores del universo, a quienes todos deberían servir, seguros de que cuando veamos, seremos vistos, y cuando amemos, seremos amados. Quien, en cambio, vive con las orejeras de su propio orgullo puestas, difícilmente hará en su vida otra cosa que dar vueltas a su propia noria. Y ojalá logre sacar algún agua de ella.



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